20100709

-SILENCIOs

"El maestro Padmasambhava dijo: si practicas el dharma, necesitas practicar ocho clases de silencio.
La dama Tsogyal preguntó: ¿Cuáles son?

El maestro dijo: Para observar el silencio del cuerpo, permanece en lugares de retiro sin caer en extremo alguno. Haciendo esto, te apartarás de la pasión y de la agresión.

Para observar el silencio de la palabra, permanece como un mudo. Haciendo esto no te distraerás de la práctica espiritual chismorreando con otros.

Para observar el silencio de la mente, no permitas ser gobernado por el pensamiento discursivo y las distracciones. Esto te permitirá permanecer en la naturaleza innata del dharmakaya más allá del pensamiento.

Para observar el silencio de los placeres sensoriales, abandona los conceptos de alimento puro e impuro. Esto hará tu vida simple y será causa de que las dakinis se reúnan.

Para observar el silencio de las instrucciones orales, no las des a personas inadecuadas. Esto te permitirá recibir las bendiciones del linaje.

Para observar el silencio de la conducta, actúa espontáneamente y sin hipocresía. Esto te permitirá progresar y evitará que tu mente acumule oscurecimientos.

Para observar el silencio de la experiencia, permanece libre de apego o fascinación por tus experiencias, y no las comentes con los demás. Esto te permitirá alcanzar los logros completos de mahamudra en esta vida.

Para observar el silencio de la realización, permanece libre de ambición y reposa sin caer en extremo alguno. Esto te permitirá ser liberado instantáneamente en el momento de la realización.

En general, la gente que no puede practicar ni siquiera el tiempo que dura una comida, que son incapaces de permanecer en silencio hasta que la sesión de recitación ha finalizado, y no pueden mantener sus parlanchinas bocas cerradas, no tendrán el más mínimo éxito en guardar silencio."
Ante las palabras de Padmasambhava en "Enseñanzas a la dakini" sólo cabe guardar silencio; esa es la primera impresión, indudable. Mas sin embargo, tampoco es posible omitir palabras de admiración por la claridad de su planteamiento, por la voluntad de argumentar de modo preciso y concluyente, y por el logro indiscutible que supone su intento. Llevarlo a cabo plenamente es ya otra cuestión, que completa una vida. Palabras como las que transcribimos de las páginas 128 y 129 (de la edición en Imagina; San Sebastián, 2006) son de las pocas que podemos considerar preferibles al silencio.

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